Encuentro en el centro comercial

Era un sábado cualquiera, y el centro comercial estaba abarrotado. Emily caminaba con prisa, tratando de recordar dónde había estacionado el auto mientras sujetaba una bolsa con unas compras de última hora. Entre la multitud, un rostro familiar la detuvo en seco: Adrián. 

Él estaba apoyado contra la barandilla de la planta alta, mirando distraídamente a la fuente del centro del lugar. Se veía igual que siempre, con esa mezcla de confianza relajada y un toque de despreocupación que siempre había sido su sello. Emily sintió un latido extraño en el pecho, una mezcla de sorpresa y algo que no quería admitir como deseo. 

Adrian la vio primero, y una sonrisa lenta y ladina apareció en su rostro. 

—Emily. Qué sorpresa. 

Ella intentó mantener la compostura. 

—Adri… No esperaba verte aquí. 

—Tampoco yo, pero parece que el destino tiene un sentido del humor retorcido, ¿no crees? 

La conversación era cordial, pero había algo más debajo de las palabras. Algo tenso, eléctrico. Él la miraba como si la estuviera desnudando con los ojos, y ella, a pesar de sus mejores esfuerzos, sentía cómo el calor subía por su cuello. 

—Bueno, fue bueno verte, pero tengo que irme —dijo Emily, intentando salir de la situación antes de que las cosas se complicaran. 

Pero Adrian dio un paso adelante, bloqueando suavemente su camino. 

—Emily… espera. ¿Por qué no tomamos un café? Es solo una charla, ¿o tienes miedo de mí? 

Esas palabras la desafiaron, encendiendo algo dentro de ella. Sin responder, simplemente giró y comenzó a caminar. Él la siguió, y cuando ella entró en el pasillo de los baños del centro comercial, Adrian pensó que finalmente lo estaba evadiendo. Pero entonces ella se detuvo frente a la puerta del baño de mujeres y lo miró, su respiración agitada. 

—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Adrián? —susurró, su voz cargada de frustración. 

—Siguiendo mi instinto —respondió él con suavidad, acercándose hasta que apenas un par de centímetros los separaban. 

Los ojos de Emily brillaron, y antes de que pudiera detenerse, tiró de su camisa y lo empujó dentro del baño familiar, asegurando la puerta tras ellos. 

—Estás loco —susurró, pero sus palabras se ahogaron cuando Adrián la agarró de la cintura y la besó con una intensidad que le cortó el aliento. 

El beso fue todo menos suave. Era urgente, casi desesperado, como si ambos estuvieran tratando de recuperar algo perdido. Sus manos se movieron con rapidez, desabrochando botones, levantando telas, explorando territorios conocidos pero que se sentían nuevos por el tiempo que habían pasado separados. 

Emily lo empujó contra la pared, su cuerpo presionando el de él mientras sus labios se movían hacia su cuello. Adrián dejó escapar un gemido bajo, su mano deslizándose por su espalda hasta agarrarla con fuerza. 

—Dios, Emily… —murmuró él, con su voz ronca por el deseo. 

Ella no respondió. En cambio, lo miró con una intensidad que lo dejó sin aliento antes de girarse, apoyándose en el lavabo. Adrián no perdió el tiempo. Levantó el vestido de ella y deslizó sus manos por sus muslos, deleitándose en la suavidad de su piel. 

El eco de sus respiraciones y sus gemidos llenó el pequeño espacio, ahogando cualquier pensamiento de moralidad o consecuencias. Era salvaje, incontrolable, un encuentro cargado de pasión contenida por demasiado tiempo. 

Cuando finalmente alcanzaron el clímax, ambos se quedaron jadeando, sus cuerpos temblando mientras intentaban recuperar el aliento. Adrián la abrazó por detrás, apoyando su frente en el hombro de Emily. 

—Esto… no debería haber pasado —murmuró ella, aunque su tono carecía de convicción. 

—Tal vez no. Pero no me digas que no lo deseabas tanto como yo. 

Ella cerró los ojos, sabiendo que tenía razón. Pero mientras se vestían en silencio y volvían a mezclarse con la multitud del centro comercial, Emily no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo pasaría antes de que el destino volviera a jugarles otra broma cruel.