Mientras Todos Duermen

Mientras Todos Duermen

El fin de semana prometía ser tranquilo: un viajecito entre amigos, pasar el día visitando sitios bonitos y en la noche nos quedaríamos a dormir en casa de Miriam. Cuatro de nosotros habíamos decidido quedarnos a dormir en la sala, sobre colchones y sofás improvisados, cubiertos con mantas y almohadas dispersas. Entre ellos, estaba mi novio y mi hermano pero también estaba el… Noah. Mi mejor amigo. O al menos, eso era lo que siempre habíamos sido.

Después de una cena entre pizzas y risas llego el momento de irse a la cama. Solo disponíamos de un colchón hinchable por lo que lo arrimamos al sofá y allí dormimos Noah, yo y mi novio. Todo parecía transcurrir con normalidad, la casa estaba en penumbras y las respiraciones pesadas de nuestros amigos indicaban que todos dormían. Yo intentaba hacer lo mismo, pero a mi lado, a escasos centímetros, sentía el calor del cuerpo de Noah. Su brazo rozaba mi piel desnuda bajo la manta, y ese simple contacto me erizó la piel e incluso consiguió que mi coño se humedeciera, al principio intente disimularlo porque ni yo entendía lo que pasaba, el era como mi hermano, una de las personas que mas quería por lo bien que me trataba siempre y los favores que me hacía.

Un movimiento sutil hizo que nuestras miradas se cruzaran en la oscuridad. No dijimos nada, solo nos observamos en el tenue resplandor de la calle filtrándose por la ventana. Su respiración era pausada, pero sus ojos brillaban con algo que reconocí al instante: deseo.

Yo intentaba luchar contra aquella situación, no entendía que estaba pasando, mí novio estaba a escasos centímetros de mi y yo no podía sacarme de la cabeza a Noah.

De repente sentí la voz de Noah en mi oído a la vez que sentía como se acercaba.

-¿Que te pasa neni?-Pregunto Noah

-Nada, ¿Por qué debería pasar algo Noah?- respondí nerviosa

-Te conozco lo suficiente para saber que algo merodea tu cabeza y te tiene preocupada a la vez que nerviosa, pero si no me lo quieres contar, no te sientas forzada, esperaré a que tu decidas contármelo- la verdad es que estaba en lo cierto, Noah era el único chico que con solo mirarme sabia lo que estaba pensando y me conocía mucho mejor incluso que mi propio novio después de 4 años juntos.

Noah había tensado la cuerda y había puesto la pelota en mi tejado y yo estaba cada vez mas nerviosa, llevaba días sintiéndome atraída por el, su pendiente, sus bromas, sus abrazos, pero como se lo explico sin que rehúya de mi.

La presión estaba en mi cabeza como una hoya exprés apunto de explotar, asique decidí darme la vuelta y armándome de valor le conté lo que me estaba torturando durante semanas

-Noah, debo contarte algo, pero porfavor confía en mi y no te enfades, es algo difícil de explicar pero no te mereces que siga ocultándotelo- dije entre susurros

-Me parece bien, te escucho- dijo Noah

-No se que me pasa contigo Noah, pero llevo dos semanas sintiéndome atraída por ti, y cada vez que me tocas, me abrazas o simplemente haces algo por mas insignificante que sea, consigues que me ponga cachonda- dije avergonzada

-Se que es una locura, y repito no entiendo porque me pasa, pero noto que cada vez va a mas sin yo poder hacer nada al respecto- proseguí.

Noah se quedo inmóvil, mirándome sin apenar parpadear y a mi me estaba costando mucho esfuerzo no levantarme e irme al baño ya que sentía mucha vergüenza de lo que acababa de hacer.

-¿Has llegado a masturbarte pensando en mi?- pregunto Noah.

– Si Noah, lo he hecho varias veces- respondí

Mi corazón latía con fuerza cuando sentí su mano deslizarse lentamente por mi cadera, apenas un roce, como preguntando sin palabras. No me aparté. Al contrario, mi cuerpo respondió arqueándose levemente hacia él. Sentí el calor de su aliento cuando sus labios rozaron mi cuello, y una descarga eléctrica recorrió mi espalda.

Noah acerco su boca a la mía sin llegar a besarme, estábamos muy cerca y su mano ya agarraba mi cadera

-Dime que me deseas- susurro Noah a mi oído

-Te deseo Noah- conteste sin apenas pensar lo que estaba diciendo

Sabíamos que no debíamos. Que estábamos rodeados de personas que podrían despertarse en cualquier momento. Pero la adrenalina solo avivaba la intensidad del momento. Mis dedos recorrieron su pecho, temblorosos pero decididos. Su mano se deslizó bajo la manta, explorando con una lentitud tortuosa que me hizo morderme los labios para no soltar un gemido.

Noah se inclinó sobre mí, atrapando mis labios en un beso ardiente, profundo, contenido solo por el miedo de ser descubiertos. Su lengua se entrelazó con la mía mientras su cuerpo se amoldaba al mío en una danza silenciosa. Cada roce, cada susurro ahogado entre jadeos nos sumergía más en esa locura compartida.

Sus dedos hábiles exploraron bajo mi ropa interior, encontrándome lista para él. No había vuelta atrás. Me agarro de la cadera y me puso de espaldas a el, aparto mi tanga y empezó a penetrarme con dos dedos dándole una velocidad y un movimiento en busca del máximo placer sin hacer el más mínimo ruido.

Aquella situación me estaba matando de placer, estaba a punto de correrme y era algo que solo conseguía cuando me masturbaba pensando en el, ya que mi novio llevaba meses sin conseguir arrancarme un buen orgasmo.

De pronto saco sus dedos y sentí como su polla se acercaba para terminar el gran trabajo que había hecho con sus dedos, acerco su polla a la entrada de mi empapado coño y agarrándome del cuello me lanzo una pregunta que me termino de poner a mil.

-¿Quieres que te folle bebe?- me pregunto mientras me miraba a los ojos

-Follame Noah-exclame -acaba lo que empezaste, mi cuerpo es tuyo- proseguí

Estaba poseída, solo quería sentir aquella polla, penetrarme y sentirla bombear dentro de mi.

Noah no se hizo derogar, empezó a penetrarme despacio y yo tuve que morder la sabana con mucha fuerza ya que el placer que estaba sintiendo era extremo, estaba recorriendo mi coño hasta el fondo a pesar de tener una polla mas pequeña que la de mi novio.

Cada embestida era un desafío al silencio, cada suspiro sofocado una invitación al peligro. Mis uñas se clavaban en su pecho, sus labios atrapaban los míos para contener cualquier sonido. El placer nos consumía, cada roce nos acercaba más al abismo del éxtasis, hasta que el mundo se desvaneció en una ola de placer absoluto y explote en dos orgasmos casi consecutivos que hicieron que mi vista se nublara y estuviera a punto de gritar por la acumulación de placer que Noah me había echo sentir.

A los pocos segundos note como la expresión de Noah cambiaba; estaba apunto de correrse, lo atrape con mis piernas y besándolo le formule un deseo

-Correrte dentro de mi Noah, porfavor, quiero sentir tu leche dentro de mi- exclame

Noah cumplió mi deseo y después de sus dos últimos bombeos sentí como su leche caliente recorría todo mi interior ayudándome a conseguir un nuevo orgasmo

Noah se quedó sobre mí, sus respiraciones entrecortadas contra mi piel, nuestras manos entrelazadas en la clandestinidad del deseo. Nos miramos una última vez antes de acomodarnos bajo la manta, recuperando la calma, como si nada hubiera ocurrido.

Pero ambos sabíamos que nada volvería a ser igual.

Y quizás, en el fondo, ninguno de los dos lo quería.

A la mañana siguiente, desperté antes que los demás. El sol se filtraba tímidamente por la ventana, iluminando los rostros de mi novio y mi hermano aún sumidos en el sueño. A mi lado, Noah seguía dormido.

Observé su rostro relajado, su respiración tranquila, y me mordí el labio al recordar la intensidad de la noche anterior. ¿Había sido un error? ¿O simplemente el comienzo de algo que ambos habíamos reprimido por demasiado tiempo?

Me removí con cuidado, intentando no despertarlo, pero sentí su mano aferrarse a mi cadera. Sus labios rozaron mi cuello en un gesto inconsciente y su voz ronca susurró contra mi piel:

—Anoche fue increíble…

Me giré para mirarlo, y en sus ojos aún somnolientos pero ardientes, supe que esto no quedaría aquí. Una chispa de deseo volvió a encenderse entre nosotros, una promesa silenciosa de que aquella noche solo había sido el principio.

Nos sonreímos con complicidad antes de levantarnos, fingiendo que todo seguía igual. Pero en el fondo, sabíamos que entre nosotros, las reglas del juego habían cambiado para siempre.